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Desde que soy niña fantaseo con saltar al vacío. Subir al piso más alto, a la cima del cerro o a la punta del obelisco y saltar. Sé que todo tiene un costo y que esta fantasía tiene un costo altísimo pero ahora parada frente al abismo siento el déjà vu de aquella vez que floté.
Con los pies aún fijos en la cornisa cierro los ojos y me dejo disfrutar del placer de la brisa fresca. Me duele la cara de tanto sonreír. Despego los talones del piso y me sostengo solo con la puntita de los dedos, estiro los brazos hacia el cielo y...
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