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Desde que soy niña fantaseo con saltar al vacío.

Subir al piso más alto, a la cima del cerro o a la punta del obelisco y saltar.

Sé que todo tiene un costo y que esta fantasía tiene un costo altísimo.

Que el salto al vacío traiga irremediablemente la muerte

y que nadie vuelva de ella para contarlo lo hace aún más fascinante.

No existe legado, autobiografía ni ningún tipo de relato

que nos cuente verdaderamente qué se siente saltar.

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